El británico James Lovelock (Hertfordshire, 1919), principal pionero en la historia del desarrollo de la conciencia medioambiental e inspirador del movimiento ecologista a nivel mundial, es el ganador del Premio Fonseca de comunicación de la ciencia en su edición de 2009. Este premio, convocado en el marco del programa ConCiencia, recayó el año pasado en el también británico Stephen Hawking.
Lovelock es uno de los pensadores más destacados, influyentes y creativos del siglo XX. Es autor de la conocida “Teoría de Gaia”, que cambió el modo en el que pensamos acerca de nuestro planeta, al postular que la Tierra es como un superorganismo que se autorregula. Laanécdota es que el nombre de Gaia, diosa griega de la tierra, le fue sugerido, a finales de los años 50, por su amigo y vecino William Golding, Premio Nobel de Literatura en 1983.
Acredita una amplia, rica y variada trayectoria científica, que a veces queda oculta por su significación como líder ideológico y emblema del movimiento medioambiental: químico de formación, se doctoró en Medicina y entre los años 40 y 50 desarrolló su investigación en centros punteros en los EE.UU., culminados en la Universidad de Harvard. Sobre todo estudiió el daño que se produce en células vivas en el proceso de criogenización y posterior descongelación, alcanzando, con éxito, mecanismos para permitir esa recuperación.
Esa formación tan miscelánea lo llevó a una naciente NASA en 1961. Allí creó y desarrolló muchos de los instrumentos empleados en el programa de investigación de otros planetas, con especial énfasis en el planeta Marte. Precisamente, en la tarea de discurrir métodos de detección de vida en Marte fue como llegó a la hipótesis de Gaia.
Su enorme popularidad oculta también su faceta como inventor (muy activa durante su trabajo para la sonda Viking, la primera enviada por la NASA a Marte), en la que destaca sobre todo con la invención del Detector de Captura de Electrones, que inventó en 1957 y es clave en cromatografía de gases para detectar trazas de componentes químicos en su seno, a unos niveles indetectables por otras técnicas.
Ese umbral de detección fue clave en varios descubrimientos fundamentales de la investigación medioambiental, como el descubrimiento de la ubicuidad de residuos de pesticidas en el planeta y, sobre todo, en el descubrimiento de CFC en la atmósfera, que él mismo hizo en los años 60 sobre Irlanda y a principios de los años 70 en la Antártida. Tras escuchar una ponencia de Lovelock acerca de dichos resultados, los norteamericanos Frank Rowland y Mario Molina continuaron el traballo y descubrieron el grave peligro que el CFC entrañaba para la capa de ozono (el escudo del planeta frente a la radiación ultravioleta), trabajo por el que les fue concedido el Premio Nobel de Química en 1995. La posterior confirmación del agujero en la capa de ozono en los Polos llevó a los gobiernos del mundo a prohibir el uso del CFC, en la que es una de las principales iniciativas medioambientales tomadas a escala mundial.
Por todas estas contribuciones ha recibido múltiples galardones, en disciplinas que van desde la pura creación técnica hasta la climatología.
Su posición de liderazgo científico, sobre todo en la ciencia medioambiental, fue acompañada por un liderazgo pionero en la creación de opinión pública, con unos efectos incalculables a nivel planetario. Ese rol fue reforzado a partir de finales de los años setenta, iniciando una labor divulgadora más directa con la publicación de libros fundamentales en el ideario verde. Sobre todo destaca “Gaia: una nueva mirada a la vida sobre la Tierra”, publicado en 1979, libro al que seguirían otros muchos, todos con un gran impacto y récord de ventas.