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Roberto Bermúdez: «El reto de la acuicultura es que sea sostenible»

Roberto Bermúdez es profesor del grado en Veterinaria del Campus Terra
Roberto Bermúdez es profesor del grado en Veterinaria del Campus Terra
Doctor en Veterinaria del Campus Terra e investigador de GAPAVET, Diplomado del European College of Aquatic Animal Health, Roberto Bermúdez Pose estudia la incidencia de distintas patologías en pescados como el rodaballo

Cualquier camino se inicia con un primer paso. Y los del Campus Terra en la acuicultura, un sector de importancia crítica para Galicia, estuvieron protagonizados por Roberto Bermúdez Pose. La suya fue de las primeras tesis doctorales defendidas en la Facultad de Veterinaria relacionada con esta disciplina, y en ella ahondó en un ámbito tan determinante como la mixoporidosis del rodaballo, una de las enfermedades que más afectan a uno de los pescados estrella de la industria acuícola gallega.

Tras doctorarse en Veterinaria por la Universidade de Santiago de Compostela y diplomarse en el European College of Aquatic Animal Health (EBVS), pasó por países como Australia e Italia. Pero Bermúdez, que se declara un acérrimo amante de Galicia, siempre regresó a las aulas en las que estudió.

Ahora está al otro lado de la mesa, como profesor del grado en Veterinaria y del Máster Interuniversitario en Acuicultura. Una labor que compagina con su investigación en GAPAVET, donde se centra en áreas como el estudio de diferentes enfermedades en pescados de cultivo o el desarrollo de nutracéuticos.

Los viernes, Roberto Bermúdez cambia la bata de laboratorio por el neopreno. Para él, no existe mejor forma de desconectar de la rutina y de sentirse libre que ir a hacer surf, así como perderse por el monte o pasear por la Costa da Morte, de donde es su familia.

Hoy conversamos con él acerca de sus líneas de investigación actuales y su impacto en ámbitos como la seguridad alimentaria, la sostenibilidad de la industria acuícola o el bienestar animal, entre otras muchas cosas.

-Es doctor cum laude en Veterinaria por la Universidade de Santiago de Compostela, y centró su tesis en la respuesta inmunitaria y las opciones terapéuticas para hacer frente a la mixosporidiosis entérica del rodaballo. ¿Cuáles fueron sus principales aportaciones?

-Realmente el problema que nosotros estudiamos es la mixosporidosis del rodaballo, que es una enfermedad parasitaria. Normalmente las enfermedades parasitarias tienen una mortalidad o virulencia bastante limitada, quitando el piojo del salmón, que en Noruega y otros países causa serios estragos en la producción acuícola.

La mixosporidosis del rodaballo se empezó a detectar en el año 1998. Se vio que la causa era un parásito que estaba todavía sin identificar, y su importancia revestía en que era un poco atípico, porque aniquilaba aquellos pescados que infectaba, e infectaba a todos los pescados.

La enfermedad se comenzó a llamar síndrome de la cabeza hundida, porque esos pescados dejaban de comer y adelgazaban mucho. De este modo, los ojos del rodaballo se hundían (enoftalmia en términos científicos), y se marcaban las prominencias y los huesos del cráneo.

Es un problema porque desde que salen los pescados del criadero hasta que los llevas a engorde y puedes llevar un rodaballo a tamaño comercial, medio kilo, pasan dos años. Es una inversión tremenda de dinero, y aquellas empresas que eran familiares y no tenían un soporte económico fuerte detrás fueron al tacho. Tú no puedes perder tu producción de un día para otro. Sobrevivieron principalmente las grandes empresas, como Insuiña y Stolt Sea Farm.

-Este fue uno de sus primeros proyectos con el grupo de Anatomía Patológica Veterinaria (GAPAVET).

-Nosotros somos un grupo de patólogos veterinarios. Yo entonces era un proyecto de patólogo veterinario: al finalizar la carrera no tenía nada claro qué hacer. Pero tenía claro que no quería meterme en el tejido empresarial a trabajar cómo clínico.

El acrónimo GAPAVET vino después. No varió el grupo, varió la temática en la que trabajamos. Por aquel entonces se estudiaban sobre todo animales terrestres, y se dio el salto al mundo de la acuicultura.

Realmente somos un grupo bastante ligado a lo que el tejido empresarial demanda. Esas cosas que se nos achacan a la universidad, como que estamos desligados de la realidad, en nuestro caso no ocurre. Estamos en estrecho contacto con diversas empresas e instituciones del sector productivo gallego, lo que nos permite conocer la realidad del mismo e intentar dar respuesta a los problemas que van surgiendo.

-¿Y cómo ayudó su tesis a contener la mixoporidosis del rodaballo?

-En la tesis probamos muchas cosas. De las primeras cosas que probamos fueron los antiparasitarios. Probamos unos cuantos, pero no funcionaba ninguno. Igual que en el piojo del salmón, un copépodo que se ancla en la superficie externa del salmón, estos parásitos parecían refractarios a los tratamientos convencionales.

En el caso del rodaballo, el problema era tremendamente serio, porque no conocíamos el ciclo de vida, la taxonomía, la patogenia del parásito, cómo penetra, cómo se desarrolla, qué lesiones va a producir... Nos centramos en esa interacción entre el parásito y el rodaballo para conocer la enfermedad y ver cómo atajarla.

Ninguno de los tratamientos que probamos sirvió para frenar el desarrollo de la enfermedad. Ni nosotros ni ningún grupo, que nosotros conozcamos, alcanzó un tratamiento efectivo frente a este parásito.

-Entonces, ¿sigue siendo una amenaza a día de hoy?

-Es una amenaza, pero gracias a los estudios para comprender cómo penetraba en el hospedador y cómo se transmitía, diseñamos unas medidas de control y profilaxis de la enfermedad. Ahora sigue siendo una amenaza, pero no es un problema tan grave como antes.

Ahora, si se detecta, sabes cómo actuar: se bloquea el lote para que no pueda haber transmisión, ni con materiales ni agua entre diferentes lotes, además de tomar medidas de desinfección y control.

Los estudios que realizamos sobre la patogenia de la enfermedad resultaron fundamentales para comprender el desarrollo de este parásito en el rodaballo y poder diseñar y optimizar estas medidas de control para ataja a tiempo.

-También imparte clase en el grado de Veterinaria del Campus Terra.¿Cómo es un día normal y corriente en su trabajo?

-Lo que más me gusta es que no sé cómo va a ser mi día. Hoy tengo clase, y eso me permite tener cierto orden en mi vida. Damos clase en varias materias troncales y optativas del grado de Veterinaria, damos clase en el Máster Universitario en Acuicultura y formamos parte de diversas organizaciones internacionales, como el European College of Aquatic Health (ECAAH).

Estos colleges son nuestro medio de especialización superior. Una vez que finalizas la carrera, no tenemos un MIR o una especialidad. Cuando finalizamos somos veterinarios generalistas. Una de las múltiples maneras que tenemos para especializarnos es a través de estos colleges: en cirugía, en salud de animales acuáticos, en diagnóstico por imagen... Nosotros tenemos en el grupo de investigación cuatro miembros diplomados por este college, lo cual no ocurre en ninguna otra facultad de España, y en Europa seguramente en pocas.

Todo esto tenemos que compaginarlo con las labores de investigación, la supervisión de tesis doctorales y la impartición de cursos y charla formativas. Por ejemplo, la semana pasada me pidieron un webinar para otro colegio de especialización, el de patólogos en general (ECVP), que querían saber sobre la anatomía y la histología de los pescados, lo que demuestra un interés creciente en esta disciplina.

El Grupo GAPAVET trabaja codo con codo con el tejido empresarial
El Grupo GAPAVET trabaja codo con codo con el tejido empresarial

-¿En qué pescados enfoca su investigación actual y cuáles son las enfermedades o patógenos que más les afectan?

-Tengo algún pescado que odio con todas mis fuerzas: los tiburones. Porque es muy difícil diagnosticarlos. Trabajamos con acuarios de exhibición y acuarios ornamentales, pero es la parte lúdica y exótica de nuestro trabajo.

Normalmente, trabajamos con lo que nos demanda el tejido empresarial. En Galicia los pescados más importantes son el rodaballo y el lenguado, aunque también tenemos líneas de investigación en truchas, anguilas o en pescado cebra, por ejemplo.

Al igual que el rodaballo es el cultivo de pescado más importante en Galicia, también forma parte de nuestras líneas de investigación más potentes y con más trayectoria. En esta especie estudiamos la mixosporidosis, enfermedades bacterianas como la tenacibaculosis, que produce úlceras cutáneas e imposibilita la venta de los ejemplares afectados y recientemente solicitamos un proyecto para estudiar la furunculosis.

Esta enfermedad bacteriana es causada por la bacteria Aeromonas salmonicida subs. salmonicida, que provoca la mal llamada furuncolosis. Dicen que hace furúnculos, que son pelos enquistados. Pero los pescados no tienen pelo. Supongo que macroscópicamente parece eso, una piel con pelos enquistados. Esta enfermedad bacteriana está distribuida mundialmente y afecta a muchas especies de pescado, principalmente salmónidos, pero también al rodaballo.

Al introducir el cultivo del lenguado, como es un pescado plano, se utilizaron plantas y pienso del rodaballo. Pero no tienen que ver, son géneros diferentes. Cuando se empezó con el lenguado el principal problema fueron las malformaciones: más del 50 %. No influía en la calidad de la carne, pero causa rechazo en los consumidores. En eso trabajamos bastante, y hay una línea que siguen continuando Ana Manuela de Azevedo y Sonia Vázquez.

También trabajamos con otras especies como la anguila, tratando de entender los mecanismos que están conduciendo a su desaparición de los ríos europeos; o el pescado cebra, que lleva unos cuantos años despuntando como especie modelo para la investigación biomédica, no solo para enfermedades animales, sino también aquellas que afectan a humanos, como el glioma o los defectos congénitos de la glicosilación.

-¿Por qué es un problema el uso de antibióticos en los pescados? ¿Qué consecuencias podría tener esto en la seguridad alimentaria o en la salud de las personas?

-El uso de antibióticos en animales es un problema por la generación de resistencias que, además, son transmisibles dentro de la cadena alimentaria (a través de genes de resistencia), y repercute también en el ser humano por la aparición de cepas resistentes a antibióticos. Por eso se están buscando noticias alternativas y buscar reducir su uso.

Existe un marco legal y de actuación para el uso de antibióticos en ganadería, incluyendo las especies animales de acuicultura, lo que limita el número de antibióticos  que se pueden emplear en este campo, porque la ley no lo permite. En una ocasión, un miembro de un tribunal de una tesis que codirigía yo,  Miguel Sotelo, jefe de Patología en la empresa BioMar, nos dijo que estaba harto de escuchar que se estaba abusando del uso de antibióticos en acuicultura, ya que estaban muy limitados en este sentido.

Pero sí es cierto que debemos evitar a toda costa la aparición de resistencias antimicrobianas, y como hay antibióticos que no se pueden usar, debemos buscar alternativas.

-Una de sus líneas de investigación se centra en el potencial de los extractos de uva. ¿Podrían sus propiedades antimicrobianas y antioxidantes reducir o evitar el empleo de antibióticos?

-Un proyecto muy importante y ambicioso es el proyecto europeo NeoGiANT, que coordina desde Santiago la investigadora Marta Lores Aguín. Esta gente se dio cuenta de que el orujo de la uva constituye un residuo importante en la producción vitícola. Se utiliza para obtener aguardiente y como compostaje, pero la producción es limitada.

El orujo, de manera semejante a la uva, es una sustancia muy rica en polifenoles, las moléculas que confieren al vino o a la uva las propiedades antioxidantes, microbicidas y anticancerígenas, entre otras. Se buscó un sistema para maximizar la extracción de polifenoles del bagazo y revalorizar este residuo, convirtiendo un problema en una solución, en algo valioso.

Estas cosas se venden solas, y a nivel europeo mucho más. Se consiguió un proyecto alrededor de los 9 millones de euros, y entonces ahí entramos nosotros. Una de las actividades que se desarrollan en este proyecto es investigar, no solo in vitro, sino también in vivo, los efectos de la administración de estas sustancia en diferentes especies.

Nosotros lo vamos a probar en el rodaballo, en la trucha y también en el pescado cebra, en este último de forma novedosa. Los experimentos con animales, y más con animales de producción como la trucha y el rodaballo, requieren mucho tiempo, dinero y esfuerzo, tanto para el diseño de los mismos, como para realizar la toma de muestras y los diferentes análisis y pruebas. 

La introducción del pescado cebra es para saber por dónde van a ir los tiros. Desarrollar un modelo experimental permite saber un poco cómo se va a comportar esta sustancia administrada por vía oral y por baños, y extrapolarlo a las especies comerciales. Hacerlo directamente en especies comerciales sería inviable, desde el punto de vista económico y de trabajo.

Para esto, adquirimos un rack de pescado cebra, una especie de armario donde se disponen un montón de acuarios pequeños, de 3 y de 8 litros, con cientos de pescados cebra, para poder testear este tipo de cosas. Este proyecto nos ha permitido desarrollar esto, que quedará para uso de otros investigadores.

Aquí se extraen polifenoles del bagazo mediante diferentes métodos. Una de las primeras cosas que hay que testear es que las sustancias obtenidas no tengan efectos nocivos sobre los animales vivos. Para eso sirve el pescado cebra. Administramos por vía oral y por vía rectal, y vemos que no había problema con la administración de la sustancia pura.

En el pienso siempre va a estar en un porcentaje más reducido que por vía oral, por lo que se infiere que se pueden incorporar dosis muy altas del producto al pienso.  Después veremos los efectos de estos extractos sobre la performance de los pescados, y analizar cómo afectan a su tamaño, peso, coloración, resistencia a enfermedad... Además,  estudiaremos otros parámetros como la composición de la microbiota, parámetros inmunitarios o la bioquímica sanguínea.

-¿A qué retos se enfrentan las empresas de acuicultura en la actualidad y cómo puede la investigación ayudar a superarlos?

-El reto de la acuicultura es que sea sostenible. Evidentemente, es una actividad mucho más sostenible a priori que la pesca extractiva. Pero nos tenemos que dar cuenta también que hay varios puntos críticos a solucionar, como la selección de especies o la alimentación.

Muchas de las especies cultivadas se están alimentando con otros pescados. La mayoría de harinas y aceites de origen animal que se emplean en la alimentación de pescados están hechas con otros pescados, como anchoveta. Son pescados que no se están extinguiendo, pero sí se está agotando su disponibilidad de forma alarmante.

También se están desarrollando líneas de investigación en relevo de la proteína de origen animal en la alimentación de los pescados, como por ejemplo el uso de la soja. De hecho, estamos inmersos en otro proyecto, un proyecto Next Generation, con otros grupos involucrados en esta iniciativa.

En este proyecto, coordinado por José Luis Soengas, de la Universidade de Vigo, se trata de utilizar descartes de la pesca extractiva, como la bacaladilla, y productos de industrias pesqueras, como las cabezas de atún, empleando estos productos para sustituir parcialmente las harinas de origen animal. En este caso concreto, en la alimentación del rodaballo.

Los antibióticos a nivel europeo no son un problema mayor. Pero nos tenemos que dar cuenta que los mayores productores en acuicultura son los países asiáticos, y en el uso de antibióticos no hay mucha transparencia. Entonces esos países sí que representan un problema.

Seguramente haya que caminar hacia una legislación global, no solo de países, además de seguir buscando alternativas al uso de antibióticos.

Otros de los retos a los que se enfrenta la acuicultura son las enfermedades que afectan a las poblaciones de pescados y mariscos, sobre todo en un escenario de globalización y de movimiento constante de especies y patógenos debido al cambio climático. La investigación puede contribuir al desarrollo de métodos de prevención, diagnóstico y tratamiento más eficaces.

-Realizó estancias de investigación en Asturias, Barcelona, Italia, Australia... ¿Qué aprendió de estas experiencias y por que decidió permanecer en el Campus Terra?

-Aprendí que hay que volver a casa. Yo son un amante de Galicia. Me encanta Lugo, es una ciudad comodísima para vivir.
Por los congresos y por las estancias conoces diversas partes del mundo. Y aunque hay sitios realmente espectaculares, aquí se vive muy bien. Podemos tener un nivel de vida bastante idóneo, y no me gustan nada las grandes ciudades.

Gané también una plaza en la Universidad de Lleida, y renuncié por estar aquí. Me tocó una época complicada, la época de la crisis, que ahora comienza a cambiar para los que vienen detrás. Pero el grupo de investigación que tenemos aquí es muy interesante, y mi idea siempre fue quedarme aquí.

-Colabora con investigadores de distintas universidades y de multitud de países, además de participar en proyectos europeos. ¿Por qué es importante tejer estas redes de colaboración internacionales?

-Sobre todo por la financiación. Eso es lo más importante. El acceso a la financiación es cada vez más difícil y más limitado. Los proyectos autonómicos no recuerdo cuándo dejaron de existir, y los proyectos nacionales son difícilmente accesibles y muy competitivos, es difícil alcanzar financiación.

Ir hacia financiación europea permite acceder a otras fuentes de financiación y contactar con grupos de investigación internacionales. Esto siempre es enriquecedor, porque hay diferentes patologías, diferentes especies... Y, como en el caso del doctorando Xoel Souto, nos permiten mandarlo a Escocia a estudiar nuevas técnicas de secuenciación o de transcriptómica que después podemos incorporar a nuestro laboratorio y a nuestro quehacer diario.

-Por último, ¿cómo surgió su interés por la veterinaria? ¿Cuándo decidió orientar su actividad profesional hacia la ictiopatología?

-Yo nací en Arteixo, y con 17 años me vine para aquí. No tenía una vocación clara, siempre me gustaron los animales, pero tenía otras inquietudes como el dibujo y las Bellas Artes o la escritura.

Periodismo me encantaba, pero no entraba en mis opciones. Fisioterapia entonces estaba en auge y no me daba la nota. En Psicología entré, pero no era muy apetecible, porque en aquellos años había mucho paro. Y en Veterinaria entré porque afortunadamente renunció otra gente que estaba por delante de mí.

A pesar de entrar de los últimos en la carrera, las notas que obtuve fueron bastante buenas, con lo cual era bastante factible obtener financiación a través del sistema de becas. Entonces los diferentes grupos de investigación se interesaban por ti, para que te incorporases a sus líneas de trabajo. Había varias opciones: cirugía, toxicología, enfermedades infecciosas... Y también anatomía patológica.

Me contactó Maribel Quiroga, que había sido profesora mía, y me ofreció hacer una tesis sobre una patología en rodaballos. Yo respondí regular, ya que se me hacía muy extraño la idea de un veterinario trabajando con pescados. Lo recordamos entre risas, me decía que era muy chulo.

La verdad es que después, cuando te metes en temas de investigación, da un poco igual las especies en las que trabajas, porque sueles enfocarte en una temática muy específica.
En este sentido, tenemos una optativa de Anatomía de Pescados, Anfibios, Reptiles y Aves Silvestres. Yo doy la parte de pescados.

Le pregunto a los alumnos cuántos están interesados en los pescados, y ninguno responde. Pero cuando finalizan se dan cuenta de que es una parte interesante en el mundo de la veterinaria, porque no hay veterinarios formados en este campo, y los veterinarios somos responsables de la salud animal, y por lo tanto también de la salud de los pescados.

Les digo que no se cierren puertas, y después de un tiempo y a partir de esas charlas, creo que despierta cierto interés en este grupo de animales.

Los contenidos de esta página se actualizaron el 29.04.2024.