Paula Rodríguez Villamayor: «Descubrimos que hay una región concreta del cerebro, análoga a nuestra amígdala, que está implicada en la persistencia de la agresión»

El cerebro, y en particular el humano, está considerado como una de las estructuras más complejas del universo. Es un vasto e insondable océano de procesos químicos y eléctricos que no solo permite la existencia propiamente dicha, sino que determina como esta es percibida.
Acción y reacción. Causa y efecto. Todo lo que tiene lugar en los intersticios de la materia gris tiene su origen concreto y sus consecuencias. Y, pese a los titánicos avances científicos que hemos alcanzado como sociedad, muchos de ellos aun nos resultan desconocidos.
Establecer conexiones previamente inexploradas y apostar por la innovación metodológica es esencial para poder comprendernos a nosotros mismos y al resto de especies con las que compartimos nuestro planeta. Y esta es, precisamente, una de las piezas centrales de la labor investigadora de Paula Rodríguez Villamayor.
Graduada en Veterinaria en el Campus Terra, Doctora en Ciencias Veterinarias por la Universidad de Santiago de Compostela, miembro del grupo de investigación Acuigen... Su currículo es, sencillamente, impresionante. Tanto por su extensión como por la calidad de los hitos descritos en él.
Estancias internacionales en centros del más alto nivel, multitud de premios y reconocimientos de gran prestigio, proyectos pioneros con una gran repercusión social y científica... Y el mejor de todo es que aún queda mucho camino por recorrer. Un camino que, sin duda alguna, tenemos claro que le permitirá cosechar todos los éxitos que fue cultivando con un gran esfuerzo, pasión y dedicación.
Actualmente, Paula Rodríguez Villamayor se encuentra en el otro lado del Atlántico cómo becaria de una de las prestigiosas becas Fulbright, lo que le permite llevar a cabo su labor investigadora en el Instituto Zuckerman de la reconocida Universidad de Columbia. Allí, nos cuenta, se encuentra inmersa en un proyecto fascinante: el estudio de los comportamientos sociosexuales del pez betta relacionados con la agresividad.
Los frutos que ya está dando este trabajo, que se antojan muy prometedores, se articulan como el elemento central de la entrevista de hoy. En ella, echamos mano de las estimables reflexiones, experiencias y conocimiento de Paula Rodríguez Villamayor para comprender la trascendencia de los resultados de su investigación, así como para conocer sus dinámicas de trabajo y el camino que tuvo que recorrer para llegar hasta donde se encuentra a día de hoy.
-Desde enero del año pasado, disfruta de una beca Fulbright como investigadora postdoctoral en la Universidad de Columbia. ¿Explíquenos, en que consiste su trabajo?
- Actualmente estoy trabajando con un modelo de pez que está emergiendo como especie modelo, el pez betta, que es un pez agresivo por naturaleza. Estamos estudiando sus comportamientos sociosexuales con el fin de descifrar las bases neurológicas y moleculares de este comportamiento para que, en un futuro, puedan ser trasladarlas a la especie humana y ayudar así en la investigación de trastornos psiquiátricos que cursen con agresión.
En nuestro día a día, trabajamos con machos y hembras de diferentes tipos de pez, seleccionados según sus niveles de agresividad. La comparativa entre estos sujetos nos permite ver sus patrones de agresión, que posteriormente son relacionados con cambios o modificaciones en el sistema nervioso.
Por ejemplo, los machos son más agresivos que las hembras. Y queremos saber que está sucediendo en su cerebro para que esto sea así. Para eso, trabajamos a nivel de circuito, es decir, comunicaciones entre diferentes regiones del cerebro. ¿Cómo se comunican esas regiones para llevar a cabo las conductas agresivas?
A partir de ese punto, trabajamos a nivel de expresión génica, viendo qué genes en el cerebro se expresan de forma diferente en las diferentes condiciones a las que están sometidos y ver qué tipos de células están expresando sus genes. También trabajamos con edición genética, extrayendo y añadiendo genes que hemos visto que pueden estar implicados en la agresión.
Particularmente, a mí me fascina el comportamiento animal y la relación que este guarda con la plasticidad de los sistemas sensoriales y del cerebro. Mi línea de investigación siempre estuvo centrada en entender como el ambiente y los diferentes órganos sensoriales, en interacción con el cerebro, pueden modular las conductas.
-La unidad de análisis del comportamiento del FBI ha alumbrado series maravillosas como Mindhunter, Mentes criminales, etc. Seguramente, esta unidad estaría encantada de contar con tu trabajo una vez concluyas si hay ciertas conexiones neuronales que determinan hasta dónde llega nuestro grado de agresividad...
-Sí, estaría muy bien, la verdad. Cabe mencionar que nosotros no queremos eliminar la agresividad. Lo que queremos es determinar, de manera precisa, su origen.
Yo estudié el Grado en Veterinaria, y siempre trabajé con animales. Me interesa mucho poder llegar a la mente humana, pero realmente los animales son los que nos pueden contar cómo y por qué suceden los comportamientos innatos. La agresividad marca la evolución de las especies. Los más fuertes son los que finalizan por prevalecer.
Publicamos hace unas semanas nuestro último trabajo, donde vimos que hay una región concreta del cerebro de los peces betta que está implicada en la persistencia de la agresión. Cuando eliminamos esa región concreta del cerebro, a través de una serie de cirugías in vivo, somos capaces de relacionar los cambios en la conducta de los animales con esa región específica que, determinamos, corresponde con la amígdala de los mamíferos.
Al extraerla vimos que, cuando los animales no tienen esa región, siguen iniciando la conducta agresiva, pero esta no se mantiene en el tiempo. Es decir, decae con el tiempo. Lo que concluye entonces este trabajo es que esta región, análoga a la amígdala, está implicada en la persistencia de la agresión.
Por lo tanto, con respecto a la especie humana, no se busca eliminar la agresión. Lo que se persigue es que, cuando esta sea un problema, pueda ser abordada y atenuada. La agresividad es un comportamiento fundamental y necesario, pero en ciertas patologías que cursan con agresión, como la esquizofrenia o determinados tipos de autismo, la idea es frenarla para que no se convierta en un problema serio a la larga.
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-Su currículo académico es impresionante. Doctorado excelente cum laude con premio extraordinario de la USC, ahora con la bolsa Fulbright… ¿Fue un sacrificio muy duro o disfrutó del camino?
-Lo disfruté, pero no fue un camino sencillo tampoco, no me regalaron nada. Todo lo que conseguí fue con mucho esfuerzo y constancia.
Los méritos alcanzados pueden llamar la atención, pero tengo una lista más larga de solicitudes rechazadas que de méritos conseguidos. Esto es muy habitual en ciencia.
Entonces, efectivamente, disfruté del camino hasta ahora, con mejores y peores momentos, como en todos los aspectos de la vida. Estar haciendo posdoc en la Universidad de Columbia es una oportunidad única. No fue sencillo llegar hasta aquí, pasé por una ronda de entrevistas duras. Necesitas un recorrido dilatado en el que apoyarte, mucha paciencia y dedicación.
En los momentos de más presión laboral, me pregunto, ¿dónde estaría si no es aquí? Esta reflexión me ayuda a valorar lo afortunada que soy de estar dónde estoy. Me encanta la ciencia, y me encanta lo que hago. Además, creo que el ambiente de trabajo es prioritario. Ahora mismo tengo unos compañeros encantadores con los que da gusto trabajar. También tuve compañeros muy buenos y oportunidades muy atractivas a lo largo de mi recorrido, gracias especialmente a todos los grupos de investigación internacionales, en los que siempre me sentí muy acogida y valorada y con los que aún colaboro.
Aunque me considero muy afortunada de trabajar en lo que me gusta, pienso que no es conveniente romantizar la profesión. Encontrar un balance entre el trabajo y la vida personal es clave para alcanzar el éxito laboral a medio y largo plazo. Por eso, es fundamental agradecer a todos los colectivos que trabajan incansablemente para mejorar las condiciones laborales de los investigadores. Ojalá en un futuro próximo podamos contar con puestos de trabajo dignos en el ámbito de la investigación.
-Entonces. ¿Cómo está siendo tu experiencia en la Universidad de Columbia? ¿Cuáles son las grandes diferencias que percibes respecto de otras aventuras internacionales de las que hablaremos posteriormente? Porque fueron muchas y muy variadas...
-Desde mi experiencia personal, aquí, en los Estados Unidos y en concreto, en la Universidad de Columbia, lo primero que me dijeron cuando llegué fue: ¿Cuál es el siguiente gran descubrimiento en tu campo de trabajo que puedes hacer? Aquí quieren que, nada más llegar, pienses a lo grande. De primeras, no se centran en intentar ir despacio.
En España, por ejemplo, a la hora de pedir proyectos, tiene que estar todo muy bien justificado. Es más sencillo conseguir financiación si existe una aplicación real en el propio proyecto. Por el contrario, aquí puedes conseguir mucha financiación con cuestiones básicas, lo que permite hacerte preguntas mucho más ambiciosas porque tienes un amplio margen de fracaso. Tienes margen para equivocarte y volver a intentarlo.
Otra diferencia que percibí, a título personal, es que aquí no le confieren tanta importancia al número de publicaciones que tengas, a tu currículo. Lo que más cuenta para un puesto de trabajo es la entrevista donde cuentes tu línea de investigación y los descubrimientos relevantes que hiciste: no es prioritario que tu trabajo ya esté publicado.
Al final, la investigación tiene una cuestión biológica detrás muy importante. Estás siempre pensando en el siguiente paso importante que puedes llevar a cabo. Ahí es donde más aprendes. Lo veo aquí, sobre todo, en los estudiantes. Esta forma de investigar y trabajar fomenta mucho el pensamiento crítico, y propicia que te cuestiones en todo momento por qué quieres hacer lo que haces, cuáles son tus objetivos.
También creo que es muy enriquecedor, por ejemplo, la inmersión total en el campo de investigación, a través de seminarios, charlas, cursos, actividades de divulgación, etc. En concreto, tenemos seminarios semanales donde se invita a los científicos más relevantes en mi campo de trabajo, los cuales hablan sobre los últimos avances científicos, muchos de ellos aún sin publicar. Aprender de la gente más experta y de Premios Nobel en mi campo de investigación es realmente un sueño hecho realidad.
-Usted trabajó en el Roslin Institute en Edimburgo, hizo prácticas en el King’s College en Londres, en la Universidad de Bristol, en el Francis Crick Institute y en la Royal Veterinary College, ahora está en Nueva York… ¿Es usted un culo inquieto o su deseo de explorar, aprender e investigar condiciona su carrera?
-Pues creo que un poco de los dos. Siempre fui muy inquieta, me encanta viajar y exponerme a nuevos retos y aventuras, y este trabajo me permite esto. Pero también es cierto que en investigación la experiencia internacional es valorada muy positivamente.
Trabajar en diferentes ambientes, con gente de culturas totalmente diferentes, en otro idioma... enriquece no solo la parte profesional y científica, sino también te hace crecer como persona. Tuve la oportunidad de estar en centros punteros a nivel mundial y en laboratorios donde me salieron muchas colaboraciones y líneas de trabajo complementarias.
Siempre está bien establecer esa línea de colaboraciones. En mi caso particular, comencé bastante temprano, lo que me ayudó a entender la ciencia de una manera colaborativa. Al trabajar en equipo, los esfuerzos se multiplican, favoreciendo que los avances tengan lugar mucho más rápido.
-Cambiando un poco de tercio, su tesis doctoral fue, en un ejercicio de síntesis casi extremo, sobre el comportamiento reproductivo del conejo, un animal sobre el que ya había investigado previamente en proyectos de alto nivel. ¿Qué le atrae de esta especie? ¿Hay algo singular que a los profanos en la materia se nos pueda escapar?
-El origen de mi pasión por los conejos se remonta a los tiempos en los que estaba estudiando la carrera. Me acuerdo que estaba en tercero de Veterinaria, en el Campus Terra, y una amiga mía tenía un conejo, llamado Zelda, que había roto una pata y, a consecuencia de eso, el pobre sufría mucho estrés.
Entonces hicimos un trabajo de patología animal sobre el estrés en conejos. El trabajo le gustó mucho a una de nuestras profesoras y nos propuso asistir a un congreso en Madrid a presentarlo, ganando finalmente el premio al mejor trabajo.
Ese fue el origen, por así decirlo. Después comencé mi tesis con conejos en el departamento de Anatomía, en el que nunca se había trabajado con conejos. Después quise valorar su aplicación en cunicultura y comenzamos a colaborar con los departamentos de Reproducción, Genética y Bioquímica... Fue un proyecto muy multidisciplinar que incluyó estudios morfológicos, genómicos y de comportamiento, con el objetivo de valorar la implicación del sistema olfativo y las feromonas en las conductas reproductivas, para así poder optimizar y mejorar las producciones cunícolas.
Este proyecto se inició de cero con mi tesis, por lo que el recurrido hasta conseguir financiación no fue fácil, pero la base de mucho trabajo y dedicación conseguimos un proyecto del plan nacional. A día de hoy, considero esto el mayor logro de mi tesis.
Al final, los conejos son una especie muy agradecida para investigar, pues no solo los resultados tienen impacto a nivel de ciencia básica, sino también a nivel traslacional, al ser una especie usada en producción animal. De hecho, durante mi tesis colaboramos con la empresa de cunicultura Cogal, a los que les debo un agradecimiento infinito por toda la ayuda prestada.

-También participó en investigaciones sobre el lenguado senegalés, en el que se depositaron muchas esperanzas dentro del sector acuícola, o sobre la producción animal sostenible. ¿Le atraen otros campos o ve su carrera centrada en el universo de la cunicultura?
-Como se puede comprobar, no centré mi labor investigadora en una especie concreta. Me interesa más la cuestión biológica, mi trabajo siempre estuvo centrado en entender la relación entre las conductas fundamentales como la reproducción o la agresión, y su modulación a través del sistema nervioso.
Trabajar con modelos animales diversos e incluso raros es una herramienta de trabajo muy útil para hacer comparativas y entender la evolución del comportamiento. También, trabajar con especies no modelo, evitando el ratón o el pez cebra, permite percibir mejor ciertos comportamientos al no estar estos muy estereotipados.
Actualmente, mi grupo de investigación, Acuigen, tiene una línea de trabajo muy potente en el sector de la acuicultura y en la optimización de las producciones acuícolas. Cuando me uní al grupo nadie trabajaba con el sistema olfativo y su potencial implicación en la reproducción.
Unido a mi experiencia en el campo del olfato y su relación con la reproducción, con la extensa experiencia del grupo en acuicultura, surgió la oportunidad de explorar el sistema olfativo en el lenguado y su implicación en la reproducción de la especie, con la intención de mejorar la producción y el mercado. Cuando estuve en la Universidad de Edimburgo, conseguimos un proyecto internacional colaborativo con la USC que nos permitió avanzar en las investigaciones. Es un proyecto muy atractivo, que fue creciendo con el tiempo, y que ahora es una de las líneas de trabajo del grupo Acuigen, en el cual aún estamos trabajando gracias a concesión de un proyecto del plan nacional recientemente.
-Y, en relación a esto, podría parecer que hay otros campos de investigación, como la reproducción, el engorde o el estudio de patologías, que tienen mucho más trabajo científico en el que apoyarse que el campo de la conducta, por ejemplo.
-Sí, desde luego, en el ámbito de la conducta los estudios no son tan robustos. Los programas de mejora genética están más centrados en conseguir mayores tasas de crecimiento, o ciclos reproductivos más cortos. Sin embargo, la genética del comportamiento es un campo emergente y muy atractivo que se alinea con los objetivos europeos a favor de la mejora del bienestar animal.
No solamente es importante que el animal produzca más, sino que es fundamental que esté sano y no sufra estrés. Determinar las bases genéticas y moleculares de las conductas animales puede contribuir a mejorar su bienestar, lo que a su vez está ligado a la optimización de las producciones.
-En otro orden de cosas, en el pasado recibió también numerosos premios, algunos de ellos dotados económicamente, en convocatorias relacionadas con el emprendimiento. ¿Se ve en el futuro emprendiendo o dedicándose a tareas de gestión? Alguien con su currículo y experiencia parece un caramelo para el tejido empresarial...
-La ciencia y la industria, llevadas de la mano, pueden ofrecer resultados muy robustos y satisfactorios. Durante mi tesis colaboré con la industria: participé en varias actividades de emprendimiento, alguna de ellas premiadas por la USC como el Premio Argos, y dirigí un proyecto financiado por la Xunta centrado en la aplicación de mis resultados de la tesis al sector cunícola.
Entonces, aunque a día de hoy, la dirección de mi carrera profesional está enfocada a la ciencia, no descarto esa rama emprendedora. Tengo una vena empresarial, me gusta la gestión y, como ya comenté, mi experiencia con el tejido industrial y con convocatorias de emprendimiento siempre fue muy positiva.
-Y la última. ¿Dónde se ve a 5 o 10 años vista?
-Creo que esta es la pregunta que más me hacen, y para la que menos respuestas tengo. Hace poco más de un año no sabía que iba a estar viviendo en Nueva York. Mi filosofía es centrarme en cuál es el siguiente paso a dar.
Ahora soy postdoc, una etapa que considero necesaria y muy enriquecedora para ganar la experiencia y la confianza necesarias para convertirse en investigadora independiente. Entonces, quiero aprovechar al máximo mi estancia aquí.