La capacidad para fabricar moléculas es fundamental en el progreso de la humanidad. Para eso son claves los llamados catalizadores, sustancias que controlan y aceleran las reacciones químicas, sin ser parte del producto final. Por ejemplo, en los coches transforman las sustancias tóxicas del tubo de escape en moléculas inofensivas. Nuestro cuerpo también contiene miles de catalizadores, que regulan la formación de las moléculas necesarias para la vida.
Durante mucho tiempo se pensó que sólo había dos tipos de catalizadores, hasta que David MacMillan y Benjamin List descubrieron una tercera vía, la llamada organocatálisis asimétrica, basada en pequeñas moléculas orgánicas.
David W.C. MacMillan nació en Bellshill (Escocia) en marzo de 1968, en el seno de una familia trabajadora. Después de una educación secundaria de la que se siente muy orgulloso, cursó química en la Universidad de Glasgow. En 1991 se mudó a los Estados Unidos, para hacer la tesis doctoral en la Universidad de California - Irvine, que acabó en 1996. Después de una estancia postdoctoral de dos años en la Universidad de Harvard, comenzó su trabajo independiente en la Universidad de Berkeley, en California, en 1998. Allí fue donde su grupo hizo los primeros experimentos que llevaron, en el año 2000, a una publicación clave en la revista Journal of the American Chemical Society, en la que describió los primeros ejemplos que permitieron conceptualizar el campo de la organocatálisis asimétrica, por lo que recibiría el Premio Nobel en 2021 junto con el alemán Benjamin List, que en el mismo año publicó otro artículo en la misma revista, con una estrategia de organocatálisis alternativa.
Con ella se convierten determinadas sustancias químicas en productos mucho más valiosos, de una forma medioambientalmente sostenible y económica, algo de enorme relevancia a nivel industrial, sobre todo en el campo farmacéutico.
Además, los organocatalizadores que dirigen estas transformaciones permiten obtener solo una de las dos formas especulares en las que suelen existir muchos productos (formas especulares como son las manos derecha e izquierda); lo que es vital para que puedan hacer su función biológica o tecnológica de la forma idónea.